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A. Montiel A.

El amor al conocimiento y la contrarrevolución tecnológica.

Actualizado: 21 sept 2020




El amor al conocimiento. Al pensar y hablar sobre el amor, según Ortega y Gasset, lo que hacemos es referirnos a la revelación de “un acto centrífugo del alma que va hacia el objeto en flujo constante y lo envuelve en cálida corroboración, uniéndonos a él y afirmando ejecutivamente su ser”. Es decir, el amor es un acto motivado por sentimiento y pensamiento que acoge al objeto – o sujeto - amado. La persona que ama, entonces, se pone en acción al ser influida por alguien o algo para proceder de un modo determinado. El individuo que ama, desde una perspectiva determinista fuerte, no tiene voluntad más que la que surge a partir de la consideración del objeto o sujeto amado, cada decisión que involucra su accionar es para alinearse al sentimiento y pensamiento de amor, por lo tanto la acción del individuo por sí misma está exenta de libertad. Aquello que el individuo ama determina el futuro de dicho individuo. Al alinearse con el objeto o sujeto amado no hay más individuo pues al alinearse y unirse desaparece su libertad y su individualidad, desaparece el futuro de uno pero también desaparece el futuro del objeto o sujeto amado y, por lo tanto, se ha creado un nuevo futuro. Ortega y Gasset siembra una perspectiva que convierte el amor en un camino irremediable para quien ama y al futuro en una ruta inexistente e, incluso, intrazable. Sin embargo, a pesar de la posición del conocido filósofo español, para otros el futuro ha representado un elemento fundamental del amor. La filósofa Hannah Arendt en su interpretación del amor a partir de San Agustín postula que amar se vincula con el anhelo. Sin embargo, para Arendt el anhelo, entendido como el deseo vehemente de conseguir algo, alberga una doble posibilidad: por un lado, el deseo de tener, ubicado en un futuro anticipado; por otro lado, el temor de perder, que surge de un remitir retrospectivo. El anhelo es el deseo de obtener pero también de no perder. El amor es seguridad, es decir, la certeza de la permanencia del origen en las proyecciones del futuro pero quien constantemente se proyecta hacia el futuro corre el riesgo de olvidar el origen. Arendt propone la memoria como la herramienta para lograr la unidad de la existencia dado que es la capacidad de recordar lo que permite conocer el origen, sacarlo del olvido y hacerse consciente de él. El origen es el futuro. A partir de las perspectivas de Ortega y Gasset y de Arendt, surgen dos posibles caminos a seguir en nuestra búsqueda de conocimiento: uno, marca que el amor a las ideas determina la construcción futura de una nueva idea e implica el abandono de la idea original; el otro, revela que el amor a las ideas de origen es el ancla de nuestro futuro pensamiento y refuerza la convicción de lo que uno piensa o siente. La revolución tecnológica. En su obra La Nueva Atlántida, Francis Bacon, imagina una sociedad que se organiza utilizando la ciencia aplicada. La justicia, la felicidad y la realización de los integrantes de la sociedad se logran a partir del conocimiento. Los protagonistas, representados por unos navegantes que el azar lleva a una isla no identificada en las rutas conocidas, exhiben un desconcierto por este lugar que resulta misterioso y amable. Las barreras de su propio pensamiento, creadas por creencias y experiencias previas, son la causa de su desconcierto. Pero la paciencia metódica a la que se les invita por parte de las autoridades de la isla les revela los fundamentos de la organización social de la cual llegan a sentir admiración: la familia, el conocimiento y la tecnología. Bacon paradójicamente concluye su narración dejándola inconclusa pero haciendo patente la idea de que las bases de la organización social propuesta en esa isla imperarán más allá de sus límites territoriales. Muchas de las predicciones de Bacon que involucran a la tecnología y su influencia en la sociedad terminaron realizándose. La denominada Revolución Industrial es una especie de materialización de la idea de sociedad planteada por Bacon pero cuyos efectos distaron mucho de la felicidad y justicia anhelada en su obra. Al contrario de lo que Bacon esperaba como resultado ideal, la influencia de la tecnología en la sociedad a raíz de la Revolución Industrial derivó en la concentración de poder económico en unos cuantos convirtiendo a la mayoría de las personas en mano de obra y, en el mejor de los casos, relegándolas al papel de mercado consumidor. Semejante escenario distópico era justo lo que deseaba evitar Tomás Moro tal como lo plantea en su obra máxima Libro del Estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía, mejor conocida simplemente como Utopía. Moro fue un ferviente católico cuya convicción terminó por cobrarle la vida al ser acusado de alta traición por Enrique VIII, rey de Inglaterra, durante la separación de la iglesia anglicana de la romana. En su obra, Moro expone una crítica al sistema económico de su época caracterizado por el feudalismo y el inicio del mercantilismo. La concentración de los recursos económicos en unas cuantas personas provoca el envilecimiento de la sociedad. A los ricos solo por ser ricos se “les tributan honores casi divinos”. Y remata Moro, con un tino igual de significativo que el de Bacon aunque en diferente sentido, que las ideas de acaparamiento o avaricia en la sociedad deben contrarrestarse en parte por “un sistema social que se opone directamente a esta insensatez” y en parte por “la lectura y los principios recibidos”. Es en este punto donde la forma de generar el conocimiento en la sociedad parece partirse en dos sistemas: para Moro, el sistema de educación liberal, similar al que surgiría a partir de las ideas de Bacon, permite la consagración al estudio durante solo las horas que les quedan libres a las persona, pues el tiempo se dedica de manera metódica a la invención y operación de la tecnología que llevará a una sociedad a ser dominante. Pero esta consagración fraccionada al conocimiento arroja resultados menos que mediocres pues están muy por debajo de aportar algo nuevo y diferente a los filósofos, matemáticos y artistas clásicos. Eso sí, Moro incorpora principios religiosos abogando para que la razón los crea y acepte. Si bien ambos autores, tanto Bacon como Moro, parten de fundamentos aristotélicos, el primero parece abandonarlos en el afán de que el conocimiento nuevo borra al anterior mientras que Moro los preserva como parte del origen del conocimiento actual. Reflexión final: el amor y la contrarrevolución. Sin duda, las instituciones educativas, como en la que cursamos el doctorado, conllevan una carga operativa en línea con una visión más baconiana. La búsqueda de conocimiento está supeditada, en gran parte de los casos, al tiempo libre de los estudiantes de doctorado e, incluso, de los doctores en activo, quienes ocupan la mayoría de su tiempo en actividades técnicas tales como la impartición de clases con temas iniciales o actividades administrativas. En un análisis extenso sobre este tema, Moreno Romo (2017) llega a la conclusión de que el sistema educativo en México, en la figura de la universidad, ha sido alcanzado por el ánimo de imposición de un imperio filosófico liberal que pretende borrar las ideas de origen. De acuerdo a Moreno Romo, la renuncia a la filosofía clásica dentro de las aulas universitarias conlleva de manera colateral al abandono de las religiones, en especial de la católica. Esta visión, por supuesto, provoca una decadencia en el pensamiento contemporáneo de los universitarios mexicanos quienes son orillados a adoptar las ideas nuevas de corrientes filosóficas liberales que, en realidad, son reinterpretaciones a conveniencia derivadas de filósofos clásicos, tales como Sócrates, Platón o, principalmente, Aristóteles. ¿Con qué nos quedamos, entonces, los estudiantes de doctorado que tenemos ánimo de buscar el conocimiento? Las lecturas de Ortega y Gasset, de Arendt, de Bacon, de Moro y de Moreno Romo funcionan, en este caso, como catalizadores de pensamiento. La búsqueda de conocimiento no admite tibiezas en posiciones pero tampoco obstáculos. Las ideas originales deben prevalecer para que el conocimiento avance, al mismo tiempo que avanzar requiere de enfrentar el temor a perder, del desapego doctrinario ideológico o religioso. Para que permanezca como base la memoria de las ideas es necesaria la incorporación de elementos y herramientas que faciliten recordar las ideas y tener consciencia de estas. Mi conclusión es el origen: el amor, particularmente el amor al conocimiento, cuyo origen es el futuro. Frente a un ambiente que inhibe sistemáticamente la búsqueda de conocimiento queda la contrarrevolución: una ofensiva individual, a escala, que intenta deshacer los efectos de una revolución anterior, eso sí, sin destruir las herramientas. La tecnología sirve para liberar tiempo, ese recurso tan valioso para la búsqueda del conocimiento, tal vez en sintonía con la idea baconiana de funcionamiento de una sociedad justa y feliz con la tecnología como uno de los pilares, pero que no otorga esta felicidad y justicia por una simple presencia tecnológica sino como la herramienta coadyuvante en la búsqueda del saber. La tecnología debe ser asequible para todas las personas, alineado al pensamiento de Tomás Moro, pues coincido con este cuando escribe su visión aristotélica: “la principal y primera controversia se centra en saber dónde está la felicidad del hombre”. Y para buscar esta respuesta, en definitiva, las personas requerimos de la paciencia metódica y del tiempo consagrado para su búsqueda. Bibliografía: Arendt, H. (2009). El concepto de amor e San Agustín. Editorial Encuentro, Madrid, España. Bacon, F. (ed. 2017). La Nueva Atlántida. Fondo de Cultura Económica, CIDE, La Jaula Abierta, México. Fernández López, Daniel (2014). El concepto de amor de Hannah Arendt. Anuario de Teoría Política. Recuperado de: https://revistas.ucm.es/index.php/FOIN/article/download/53893/49331 Moreno Romo, J.C. (2017). Nos roban la universidad y otros ensayos de filosofía de la educación y gestión del conocimiento. Texere Editores, Zacatecas, México. Moro, T. (ed. 2016). Utopía. Fondo de Cultura Económica, CIDE, La Jaula Abierta, México. Ortega y Gasset, J. (1963). Sobre el amor. Antología. (2 ed. ampliada) Editorial Plenitud, Madrid, España.


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